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Manufacturas para la mente

Editoriales con sentido de la estética

09.09.2013
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Editoriales con sentido de la estética

Para notas necrológicas sobre la muerte del libro parece que aún no ha llegado el momento. Aunque dispositivos como “Kindle”, “Tolino”, “Tablet-Reader” y “Smart­phone” deseen entonar en coro el réquiem para el medio más antiguo de la cultura occidental, y gurús de Internet, como Sascha Lobo, vean en el libro solo un medio ocasional más en la “venta de letras”, para los amantes de libros bellos y de alta calidad, Alemania sigue siendo tierra de abundancia. Porque si nos fijamos en estos desahuciados “amasijos” de letras, entrelazadas mediante papel, cartón, pegamento, lino o cuero, en el mercado editorial alemán, descubriremos que gozan todavía de muy buena salud, y que precisamente como resultado de la creciente importancia económica de los medios electrónicos de lectura, crece en la actualidad la conciencia acerca de la estrecha relación entre el medio físico del texto y su percepción por parte del lector. Tal vez pueda ser lo mismo leer “Cincuenta sombras de Grey” en “Kindle” o “iPad”, pero para un gran número de obras literarias el punto de encuentro entre la vista (y la mano) del lector y el texto no parece ser para nada algo de menor importancia. Tampoco un buen vino se bebe preferentemente de un vaso de plástico.

Por eso, la serie creada por el escritor Hans Magnus Enzensberger “Die Andere Bibliothek” (la biblioteca diferente) es como la colección de vinos selectos del mundo editorial alemán. Su agitada historia nos habla del libro como objeto de arte creativo alemán de las últimas décadas. Cuando Franz Greno y Enzensberger en 1984 comenzaron a publicar cada mes un libro impreso con tipos móviles de plomo, era como una revuelta contra la uniformidad y la falta de amor por el diseño. La más económica impresión digitalizada, que sustituyó las técnicas tradicionales en los años setenta, ofrecía al principio pocas posibilidades de producir una unidad conceptual entre el libro y su contenido desde el punto de vista de la tipografía, la maquetación y el diseño. Los productos del taller en Nördling han demostrado la superioridad de las técnicas tradicionales, contribuyendo al surgimiento de numerosas obras maestras, como la conocida “Wasserzeichen der Poesie” (marcas de agua de la poseía) de Enzensberger o la novela “Die letzte Welt” (el mundo extremo) de Christoph Ransmayr, cuyos ediciones originales son muy solicitadas entre coleccionistas.

Hacia finales del siglo Greno demostró que también con tecnologías digitales se pueden realizar libros de fácil lectura, tipográficamente atractivos y táctilmente fascinantes. El adiós a los tipos móviles de plomo no logró impedir que solo pocos títulos de la serie “La biblioteca diferente” hayan sido rentables. De la mayoría de los tomos de la colección solo pocos se han vendido más de 5000 unidades. Tras la quiebra de la editorial Eichborn, la serie de “los libros más bellos del mundo” (“Die Zeit”) se publica desde hace dos años en la editorial Aufbau de Berlín. Cada libro es 
diseñado por un artista diferente y el nuevo editor, Christian Döring, se mantiene fiel al lema de Enzensberger: “Solo imprimimos libros que nosotros mismos quisiéramos leer.”

El objetivo de combinar el placer visual con el intelectual distingue este bello diseño de libros al servicio del contenido del mero “arte por el arte”. Para Alexandra Sender, directora de la fundación “Stiftung Buchkunst” en Fráncfort, la evaluación de este acto de equilibrio es una práctica cotidiana. La fundación creada en 1965 tiene por meta acompañar de forma crítica la producción de libros alemanes. Su atención se centra en el libro para el lector normal. En el concurso anual “Los libros alemanes más bellos de Alemania – Modelos de diseño, concepción y elaboración”, un jurado independiente otorga a productores, diseñadores y profesionales del libro un premio por el cumplimiento de múltiples exigencias estéticas y funcionales, así como a una lograda combinación entre contenido y forma.

Naturalmente, el jurado evalúa solo una pequeña parte del mercado del libro. De las casi 86.000 nuevas publicaciones anuales en 2013, algo más de 700 libros son presentados al jurado por las editoriales. El espectro abarca desde libros de arte de alta calidad o de diseño experimental, pasando por novelas y publicaciones científicas, hasta libros infantiles de especial diseño. La hoja de puntuación del jurado pone de manifiesto que un libro es, de hecho, una pequeña obra de arte: Desde la calidad del papel hasta el material adhesivo, bordes, pliegues y diseño, se trata de evaluar la legibilidad de la imagen impresa. Se valoran molestos “huérfanos” y “viudas” en el formato de la composición y saltos de página, contrastes, espacio entre líneas y coherencia de la tipografía elegida. No menos importante es el placer táctil y de lectura que ofrece el libro a su consumidor.

Claro que estos libros por regla general no ocupan los primeros puestos de venta. Pero como “excelentes obras próximas a las fronteras del arte”, estos libros no son sofisticadas orquídeas para fetichistas del libro, sino que sirven como “un incentivo para el sector” (Alexandra Sender) y de muy respetado referente de calidad. La competencia fuera de las tiendas de grandes superficies, donde estos libros desempeñan un papel menor, tiene una suma importancia para la calidad de los libros en Alemania. Las obras premiadas constituyen una especie de motor oculto, cuya falta solo se notaría cuando se hiciera evidente la caída de la calidad de la producción en masa.

Si nos fijamos en la gran importancia, por ejemplo, de la edición completa de Hofmannsthal o de las obras seleccionadas de Thomas Mann en la editorial S. Fischer, u hojeamos emocionados el espléndido volumen sobre los Rolling Stones publicado por la 
editorial Prestel, comprobaremos que también las grandes editoriales son creadores de estas manufacturas para la mente, esperando naturalmente poder reducir los costes unitarios mediante economías de escala. Es que el riesgo de este negocio depende de las tiradas. Coproducciones internacionales, como las iniciadas por la editorial Prestel, o grandes formatos que fascinan por su opulencia de la editorial Taschen, permiten minimizar los riesgos de edición.

Pero muchas veces son las pequeñas editoriales que luchan en favor del bello libro con una buena dosis de idealismo. Por ejemplo, la editorial Thedel von Wallmoden, con sede en Gotinga, con su nueva colección “Estética de libro” diseñada por sus propios autores, es una prueba de que la modernidad, la preimpresión digital y maestría técnica no tienen por qué oponerse. Aunque muchas obras de la editorial Wallstein se publican también como audiolibro, el director opina que “La forma del libro se deriva de relaciones funcionales. Sobre todo en las ciencias humanas, el libro físico es parte del producto.”

También el editor Bertram Schmidt-Friderichs, de Maguncia, cree que es posible producir de forma rentable libros de alta calidad, 500 años después de la revolución de Gutenberg. Su programa de publicaciones es una “caja de sorpresas” creativa y exuberante, que maravilla y establece a la vez nuevos estándares. 
Schmidt-Friderichs y su esposa Karin, actual presidente de la 
fundación “Stiftung Buchkunst”, son protagonistas destacados en esta causa en favor de un diseño tanto bello como funcional de libros.

En el zona industrial en las afueras de la ciudad de Maguncia, lejos del pintoresco casco antiguo, esta editorial, como muchas otras existentes entre el Mar del Norte y los Alpes, continúa la obra de Gutenberg, quien con su invento en la Edad Moderna hizo de esta ciudad el epicentro de la revolución de la imprenta. Johannes Gensfleisch, llamado Gutenberg, puede estar satisfecho con sus herederos: la vitalidad del libro es evidente.