Por un diálogo de los valores
Representantes religiosos tienen en todo el mundo un particularmente buen contacto con la población. Por ello, Alemania apuesta por una mayor cooperación con ellos.
A través de sus redes y templos, las religiones llegan a más seres humanos que toda otra organización. Y en sus países, los líderes religiosos están considerados autoridades, sobre todo, en países pobres, donde las Iglesias gozan, a menudo de más confianza que el Estado. Por eso, el Gobierno alemán ve a las comunidades religiosas como “fuentes centrales de valores” con “una gran influencia”.
Esa gran influencia de los representantes religiosos tiene, sin embargo, dos caras. Su accionar no es automáticamente moderado, solo porque todas las grandes religiones predican la solidaridad entre los seres humanos. Algunos grupos religiosos –como el Estado Islámico en el Oriente Próximo o la Lord‘s Resistance Army en Uganda– alientan a la violencia y la practican. Las autoridades religiosas pueden actuar “como extintores o aceleradores de incendios”, dice Gerd Müller, el ministro alemán de Desarrollo.
Debido a la capacidad de las religiones para llegar a mucha gente, el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) apuesta crecientemente por la cooperación con actores religiosos. Y quiere “fortalecer y ganar como socios a aquellos que abogan por la paz y la tolerancia”. El BMZ ya cooperó en el pasado con las dos grandes Iglesias de Alemania. Pero no puso en el foco la religión en sí y la cooperación con sus representantes en los países socios. Eso está cambiando, porque “nos dimos cuenta de que estábamos ignorando a un actor esencial”, dice Bernhard Felmberg, del BMZ.
El BMZ ha desarrollado junto con representantes de diferentes religiones, asociaciones humanistas y ONG de cooperación para el desarrollo una estrategia para las relaciones con representantes religiosos. Es la primera en su tipo en Alemania y se titula “Las religiones como socios en la cooperación para el desarrollo”. Entre los criterios figuran la voluntad de transformación y el respeto de los derechos humanos. “Encontrar las corrientes moderadas es, sin duda, un desafío. Pero creemos que vale la pena”, dice Felmberg. Ya han comenzado algunos proyectos: en Jordania, líderes religiosos ayudan a ahorrar agua y en Mauritania, dictan fatuas contra la mutilación genital femenina. Y ese es, según el BMW, solo el comienzo: el ministerio quiere intensificar y profesionalizar las relaciones con la “religión como factor de poder”.
El gran eco positivo al cambio de política en 2014 sorprendió al BMZ. “Echamos realmente algo a rodar”, dice Felmberg. Ello queda demostrado, sobre todo, en la Alianza Internacional para la Religión y el Desarrollo Sostenible, creada por el BMZ. A esa alianza pertenecen hoy más de 60 miembros y socios, entre ellos el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial e Islamic Relief.
A todos une la convicción de que las comunidades religiosas no pueden ser más ignoradas como socios en el diálogo para el desarrollo. Justamente en un mundo en el que el extremismo con motivación religiosa produce espantosos titulares casi diariamente, ya sea en Barcelona, Berlín o Bagdad, ya sea contra cristianos, musulmanes o judíos. Para detenerlo se necesitan contrapesos. Y esos contrapesos pueden ser, dice el BMZ, muy efectivos si provienen de las propias religiones. “Vivimos en un mundo marcado por la religión”, dice Gerd Müller. Por eso, agrega, la cooperación para el desarrollo es más que transferencia de tecnología o el desarrollo de infraestructura. Para el ministro es central también un diálogo de valores.