La voz de Europa
La UE está muy lejos de una confusión babilónica: miles de traductores aseguran la comunicación.
Cuando alguien en Alemania pide “Beiried mit Erdäpfeln”, muy pocos camareros lo entienden, a pesar de que son palabras de la lengua alemana. Se trata de rosbif con patatas. Lo que sucede es que las palabras “Beiried” y “Erdäpfel” se utilizan sobre todo en Austria. Junto con otras 21 otras expresiones regionales alemanas de ese país, esos términos se encuentran incluso en actos jurídicos de la Unión Europea (UE). Desde 1995, año en que Austria ingresó a la UE, esas 23 palabras tienen estatus legal, es decir: en textos oficiales son utilizadas con plenos derechos. Para los austriacos se trata particularmente de un acto simbólico. Luego del ingreso a la UE no debieron despedirse ni de sus expresiones culinarias ni de su identidad cultural.
La UE es una comunidad de diferentes culturas e idiomas. Ninguna otra organización del mundo está tan marcada por diferentes lenguas. El multilingüismo está firmemente anclado en los tratados europeos. Todos los ciudadanos de la UE tienen el derecho de dirigirse a las autoridades comunitarias en cualquiera de sus idiomas oficiales y recibir una respuesta en el mismo idioma. Los idiomas oficiales de la UE son actualmente los 24 idiomas oficiales de sus países miembros. Vida adquieren el multilingüismo y la diversidad cultural a través de los miles de traductores e intérpretes que trabajan para la Unión Europea. “Cuántos son exactamente es difícil de decir, ya que cada institución de la UE tiene sus propios traductores y trabaja también con traductores freelancer”, dice Gurli Hauschildt, de Dinamarca. Hauschildt es uno de seis directores del Servicio de Traducciones de la Comisión Europea y jefa de los departamentos de los tres idiomas de procedimientos de la UE: inglés, francés y alemán. “Esos tres idiomas poseen una posición especial: la comisión tramita con ellos sus procedimientos internos”, explica la directora.
Gurli Hauschildt sabe exactamente cuántos empleados fijos trabajan en su Dirección General: en total 2400. La mayoría son traductores. La comunicación posee una gran importancia en la UE: ninguna otra oficina de la Comisión tiene más personal. Todo lo que sucede en la Comisión Europea pasa en algún momento por las manos de Gurli Hauschildt y sus colegas. Cada modificación del derecho de la UE debe ser traducida a todos los idiomas oficiales. Traducidos deben ser también los discursos del presidente de la Comisión, los comunicados de prensa, cartas de los ciudadanos de la UE y la respectiva respuesta de la Comisión, los contenidos de la página web y muchos textos más, aunque no siempre todos a todos los idiomas.
Alguien que con su trabajo ha contribuido a escribir literalmente la historia de la UE es Margret Meyer-Lohse. Hace 36 años comenzó a trabajar como traductora e intérprete en la Comisión Europea y experimentó de primera mano cómo la Comunidad Económica Europea (CEE) de seis miembros se transformó en una Unión de actualmente 28 miembros. Meyer-Lohse realiza hoy sobre todo tareas administrativas: dirige el Departamento de Alemán del Servicio de Traducciones y tiene unos 120 colaboradores. A más tardar desde 2004 sabe qué enorme esfuerzo se esconde detrás de la ampliación de la UE. Ese año, Lituania ingresó en la Unión Europea y Meyer-Lohse ayudó a crear el nuevo Departamento de Lituano. “Naturalmente, con cada nuevo idioma oficial aumentan también la complejidad y el volumen de trabajo”, dice. No obstante, prácticamente no es tomado nuevo personal. En caso de necesidad, los colaboradores aprenden nuevos idiomas. Así, los costos se mantienen a raya: el presupuesto de la Dirección General de Traducciones solo representa el uno por ciento de todo el presupuesto de la UE. Meyer-Lohse piensa que de cualquier manera algunos valores no puede expresarse en dinero: “Cada nuevo miembro de la UE nos da nuevas energías. A menudo tratamos con personas jóvenes e ideas frescas, lo cual motiva enormemente.”
Ya sean lituanos, malteses o croatas: en la vida cotidiana, casi todos se comunican entre sí en inglés. No obstante: el idioma alemán goza en la UE de una particular importancia, no solo porque es un idioma de procedimiento y fundacional. Con casi 90 millones de hablantes es además la lengua materna más hablada en la UE. Andreas Husch, del equipo de traductores de Meyer-Lohse, aprecia en su lengua materna sobre todo la claridad y la riqueza de términos: “Los traductores de otros idiomas miran a menudo nuestras traducciones cuando no entienden algo en el original, porque prácticamente no tenemos forma de no expresarnos claramente”. Agrega que el alemán es además un idioma muy bien estructurado y que casi ninguna otra gramática dispone de tantas posibilidades sintácticas. La desventaja: “A diferencia de otras lenguas, no podemos recurrir prácticamente a la traducción automática. Nuestra gramática plantea aún grandes problemas al software”, dice Husch.
Poco ayudan también computadoras y bancos de datos cuando se trata de conceptos con riesgo de confusión, por ejemplo, términos técnicos jurídicos que en un país miembro poseen un determinado significado y no pueden ser incluidos sin más en textos jurídicos de la UE. En esos casos se necesita creatividad. A veces, nuevas creaciones de palabras marcan incluso debates. El término “flexicurity” es solo un ejemplo, explica Husch. De un idioma común, sin embargo, está muy lejos la UE, agrega. Gurli Hauschildt prefiere hablar de un mensaje común y valores que unen, tales como democracia y tolerancia: “esos valores dan a Europa una voz propia en el mundo”. ▪