El camino de Alemania hacia la democracia
El primer cuerpo de representantes de la población alemana elegido libremente se reunió hace 175 años en la Iglesia de San Pablo en Fráncfort. La Constitución que elaboraron constituye uno de los capítulos más importantes de la historia de la democracia alemana.
Durante el siglo XIX, se produjo una oleada revolucionaria que incluyó a grandes partes de Europa. A partir de lo ocurrido en Francia, la gente se unió también en los estados alemanes para luchar con vehemencia por la libertad, la democracia y la autodeterminación nacional. La población rural estaba descontenta y en situación de pobreza. Muchas personas buscaban que las libertades de la Revolución Francesa se hagan realidad también en Alemania. La fundación de una única nación a partir de los diversos estados y principados alemanes era el deseo de estudiantes, profesores y la población en general.
En este contexto, se designó a la Asamblea Nacional que comenzó a reunirse a partir del 18 de mayo de 1848 en la Iglesia de San Pablo de Fráncfort en su carácter de primer cuerpo de representantes de la población alemana elegido libremente con el importante objetivo, entre otros, de formar un Estado unificado.
La Asamblea Nacional fue el primer parlamento nacional de Alemania. Los aproximadamente 600 diputados querían elaborar una Constitución según los principios de la libertad, la igualdad y el Estado de derecho. Su objetivo era crear un Estado federal que contemplara la diversidad de las regiones alemanas.
Una Constitución avanzada con carácter ejemplar
La Constitución elaborada fue la más avanzada de la época. Ya en aquel entonces incluía derechos ciudadanos y libertades fundamentales que hoy, 175 años después, son indiscutibles para un gran número de ciudadanas y ciudadanos. Y lo más importante: Los parlamentarios tenían la intención de que todas las personas sean iguales ante la ley. De este modo, abolieron los privilegios de la nobleza, la servidumbre y la discriminación del pueblo judío. Sin embargo, era una “igualdad” incompleta, dado que, para los diputados, era absolutamente normal que las mujeres no tuviesen derecho a votar. En este contexto, podían votar solo los hombres mayores de 25 años que fueran “independientes” económicamente, es decir que no recibiesen un subsidio por poseer bajos recursos. Del mismo modo, resultaban relevantes la libertad de prensa y de opinión, la libertad de religión y de conciencia, la libertad de investigación y enseñanza, así como la libertad de reunión, dado que, antes de la Revolución, los soberanos limitaban a sus súbditos en gran medida en este sentido. La abolición de la pena de muerte, los principios del Estado de derecho y la inviolabilidad del domicilio buscaban ofrecer protección contra la arbitrariedad de la autoridad.
La Asamblea Nacional se reunió por primera vez el 18 de mayo de 1848 y, tras poco más de diez meses de deliberaciones, aprobó la Constitución para una monarquía constitucional. Los demócratas radicales que apoyaban la idea de una república todavía eran una minoría en esos tiempos. Con la excepción de Austria, todos los estados de la Confederación Germánica estarían incluidos en la nueva monarquía. El Reichstag, un parlamento bicameral, se haría cargo de la legislación, del derecho presupuestario y del control del poder ejecutivo, y un emperador asumiría la función de máxima autoridad del imperio, un título que se heredaría.
El fracaso de la Constitución de la Asamblea Nacional
Los parlamentarios tenían grandes expectativas en la nueva Constitución. Así, una delegación emprendió su camino a Berlín para ofrecer el título de emperador al rey Federico Guillermo IV de Prusia, quien, no obstante, lo rechazó. Y no porque no quisiera la corona imperial, sino porque no consideraba que fuera “potestad de la ciudadanía” entregarle dicho título. A diferencia de los parlamentarios, él todavía no se había despedido de la idea del “derecho divino” de su reinado. Los diputados nunca imaginaron que esto podía suceder.
Después del rechazo del rey de Prusia, otros soberanos también se negaron a firmar la Constitución y Prusia, Austria y otros estados retiraron a sus diputados de Fráncfort. La Asamblea General perdió rápidamente el apoyo de la población y se disolvió: la primera Constitución alemana se esfumaba así en muy poco tiempo. Los demócratas radicales fueron perseguidos y encerrados, y muchos huyeron a los Estados Unidos.
Derechos fundamentales consagrados en la Ley Fundamental
Sin embargo, las ideas de la Asamblea Nacional de la Iglesia de San Pablo siguieron vivas. Los derechos fundamentales de la Constitución de la Iglesia de San Pablo sirvieron de ejemplo para la Constitución de Weimar de 1919. No obstante, el nacionalsocialismo anuló los derechos fundamentales una vez que accedió al poder en enero de 1933, y, después del incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933, detuvieron a comunistas, socialdemócratas y otros adversarios políticos de forma arbitraria. El siguiente paso fue privar a la población judía y a todos sus opositores de derechos.
En el año 1949, después de la Segunda Guerra Mundial, los derechos fundamentales de la Constitución de la Iglesia de San Pablo se consagraron con una redacción casi idéntica en la Constitución de la República Federal de Alemania (Ley Fundamental). De este modo, para que los derechos fundamentales establecidos por los diputados de la Iglesia de San Pablo se afirmaran de manera permanente en Alemania, hubo que esperar poco más de 100 años: del 1848 al 1949.
“La cuna de la democracia alemana”
La Constitución de la Iglesia de San Pablo fue tan importante para el desarrollo de la democracia en Alemania que, en 1963, el presidente de Estados Unidos de aquel entonces, John F. Kennedy, designó a la Iglesia San Pablo como “la cuna de la democracia alemana” en el marco de una visita a la ciudad de Fráncfort. Si bien la Constitución no tuvo el éxito esperado en un principio, la parte de los derechos fundamentales resultó ser un importante aporte. Los derechos ciudadanos y las libertades fundamentales establecidos allí constituyen hasta el día de hoy la base de numerosas sociedades democráticas.