Nuestro colegio durante la dictadura militar
Un proyecto del Colegio Alemán de Santiago analizó la época del régimen militar… y recibió un premio.
Dominique Eichhorn se sorprendió de cuán directamente marcó la dictadura militar chilena el Colegio Alemán de Santiago. Inmediatamente después del golpe de Estado de septiembre de 1973, la vida cotidiana en el colegio –como en todos los centros educativos del país– cambió radicalmente, dice la joven de 17 años: “Se introdujeron actos cívicos semanales, en los que se izaba la bandera y todos teníamos que cantar el himno nacional. También fueron dictadas nuevas normas: todos tenían que vestir ropa prolija, los chicos ya no podían llevar el pelo largo.”
Junto con aproximadamente otros/as 40 alumnos y alumnas, Dominique Eichhorn pasó más de un año analizando la historia del colegio. El proyecto “El Colegio Alemán de Santiago durante la dictadura militar 1973-1990” recibió apoyo de los organizadores del concurso “Recordar para el presente”. En su marco, colegios alemanes en el extranjero y colegios de perfil alemán analizan la historia de su respectiva institución y del entorno histórico. La iniciativa para el concurso partió de Heiko Maas, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, y es implementada por la Central de Colegios Alemanes en el Extranjero en cooperación con el Centro Federal de Educación Cívica (bpb) y la Fundación Recuerdo, Responsabilidad y Futuro (EVZ). El objetivo del concurso es fortalecer el respeto mutuo y el sentido de la democracia a través de un mejor conocimiento del pasado.
“Chile es hasta hoy una sociedad con marcadas líneas divisorias entre capas sociales”, dice el profesor de historia Wolfgang Veller, que dirigió el proyecto en el Colegio Alemán de Santiago. “Las opiniones sobre la dictadura militar también son muy diversas. Hay tanto apasionados detractores de la Junta como un amplio grupo de personas que destacan, sobre todo, el desarrollo económico de Chile después del golpe. Este análisis de la historia del colegio y del país tiene como objetivo permitir a los alumnos de décimo grado formarse sus propios juicios, basados en argumentos y la propia reflexión”, agrega.
El proyecto comenzó en el verano de 2019 con visitas al Museo de la Memoria y un antiguo centro de torturas. En los archivos de la escuela, los jóvenes encontraron numerosas fuentes de información, tales como cartas y publicaciones de la época. El proyecto se centró en entrevistas con testigos de época: antiguos alumnos, profesores y otras personas del entorno de la escuela que relataron sus experiencias. El grupo de investigación conversó con 18 personas. Entre ellas, un antiguo alumno que estuvo internado durante dos años en un campo de prisioneros y fue torturado. La familia de otro testigo de época había escondido en su casa a opositores a la Junta.
Las entrevistas le causaron una gran impresión, dice Dominique Eichhorn: “Tuvimos que ser muy sensibles en las conversaciones, para que se pudiera desarrollar confianza. Hay una gran diferencia entre leer libros o tener personas reales como fuente histórica. ¡Así puede experimentarse mucho mejor la historia! Siempre lo recordaré”, agrega. Los participantes en el proyecto compendiaron los resultados de la investigación en un libro, que se publicó en otoño de 2020.
Quick facts
El Colegio Alemán de Santiago estaba muy orgulloso de sus estrechos contactos con el Gobierno militar, explica Wolfgang Veller. “Tras el golpe, grupos de alumnos se dedicaron, por ejemplo, a eliminar las pintadas izquierdistas en muros de la ciudad, y la escuela y los padres participaron en el Fondo de Reconstrucción Nacional iniciado por los militares”. Pero durante la investigación también se constató que la diversidad dentro del cuerpo estudiantil aumentó durante la dictadura, en gran parte debido a los programas de becas del Gobierno alemán. Por ejemplo, niños de los barrios más pobres tuvieron a partir de 1972 la oportunidad de ir al colegio. En la década de 1980 fueron integrados alumnas y alumnos cuyos padres se habían exiliado en Alemania tras el golpe.
Pero en esos tiempos no había un diálogo sobre temas políticos, dice Veller. “En nuestro proyecto, los alumnos también experimentaron que en el colegio se discute hoy de forma muy diferente sobre temas controvertidos y que son posibles múltiples puntos de vista”. Los jóvenes desarrollaron una cultura democrática de debate, “una herramienta importante para combatir la división en la sociedad”, agrega.
“Creo que hemos adquirido habilidades para explicar nuestras propias opiniones de forma respetuosa y con tolerancia hacia otras opiniones”, dice Dominique Eichhorn, que pronto rendirá el examen de “Abitur” (prueba para ingresar a una universidad). Los estudiantes quieren utilizar parte del premio de 15.000 euros, que la iniciativa ganó en el concurso como uno de cuatro proyectos premiados, para su ceremonia de graduación y un viaje conjunto. También quieren donar una parte: a una fundación para la promoción de la democracia y para un proyecto de libro del testigo de época que les relató sus experiencias como prisionero. “Treinta años después, el análisis del pasado en Chile todavía está en pleno desarrollo”, dice Wolfgang Veller. “Proyectos como el nuestro son una contribución a ello”, agrega.