“Príncipe de Carnaval, una vez en la vida”
El carnaval es divertido, pero también agotador. Michael Gerhold nos dice por qué siempre quiso ser Príncipe de Carnaval.
Alemania. Cantar, bailar y reír todo el día puede ser muy fatigoso. Michael Gerhold dice que, no obstante, tiene el trabajo de sus sueños: es Príncipe de Carnaval de Colonia 2018.
Hasta el Miércoles de Ceniza, usted se llama Príncipe Michael II. ¿Quién es en realidad la personas debajo del traje de príncipe?
En la vida real me llamo Michael Gerhold y soy director de una agencia de eventos en Colonia. En 1996 fui ya Príncipe Infantil de Colonia. Ser una vez en la vida el “Príncipe de Carnaval” fue un sueño que siempre tuve, desde mi niñez. Al fin y al cabo, se es el máximo representante del Carnaval de Colonia. Ahora, a los 30 años, mi sueño se hizo realidad.
¿Cómo se ha preparado para ejercer sus funciones?
Oficialmente, el triunvirato de los representantes del Carnaval –el Príncipe, el Campesino y la Doncella– reciben sus cargos en enero de manos del Alcalde Mayor de Colonia. Pero el trabajo comienza mucho antes: en mayo del año anterior se crea una especie de centro de evaluación. Luego comienzan las reuniones preparatorias. De tres a cuatro veces por semana nos entrenamos para actuar sobre el escenario y tomamos cursos de baile y canto.
Con seguridad necesita tener una buena condición física para sobrellevar toda la temporada de carnaval…
Por cierto. Desde comienzos de año hago una pausa en mi trabajo habitual y me presento unas 15 veces por día, en albergues para ancianos, residencias de cuidados, guarderías, estaciones de medicina paliativa y empresas. En las cinco semanas de carnaval realizamos en total unas 410 funciones.
¿Realizamos?
Sí, somos un equipo grande: un peluquero de corte, un médico de cabecera, un gerente del Príncipe, unos 15 guardias del Príncipe y los oficiales adjuntos.
Suena fatigoso. ¿Qué lo impulsa?
Sí, cansa mucho. Cuando termine el carnaval, voy a dormir un par de días seguidos y luego me voy de vacaciones. Pero lo grandioso es que nos relacionamos con personas felices, incluso en las residencias de cuidados y hospitales. La gente ríe y se divierte mucho. Eso hace la magia.
¿Seguramente todo eso supone costos?
Naturalmente, hay costos, para trajes, hoteles y comida. Nuestros oficiales adjuntos y conductores no cobran nada, son voluntarios. En nuestras funciones no ganamos nada, sino que recogemos dinero para obras sociales. Yo también tengo que asumir algunos costos, empezando porque no se me restituyen los sueldos perdidos. El sueño de ser una vez en la vida Príncipe de Carnaval no es barato. ¡Pero vale la pena!