Qué ayuda realmente a la economía europea
El economista Gabriel Felbermayr habla sobre la integración europea, la disputa comercial con Estados Unidos y las inversiones chinas en Alemania.
Gabriel Felbermayr es director del Centro de Economía Exterior en el Ifo-Institut, con sede en Múnich. En 2019 pasará a ser presidente del Instituto de Economía Mundial de la Universidad de (IfW).
Profesor Felbermayr, en relación con el tema “Integración europea”, Angela Merkel y Emmanuel sugieren crear el cargo de un ministro de Finanzas europeo. Usted, por el contrario, propone inversiones conjuntas en infraestructura. ¿Qué podrían aportar esas inversiones?
Rechazo la idea de un ministro europeo de Finanzas, en tanto no sepamos exactamente qué hay que financiar. Primero debemos definir proyectos europeos con un valor agregado. Luego sí, tiene sentido, hablar sobre su financiación. No excluyo que al final del proceso existan un presupuesto europeo y un ministro de Finanzas europeo.
Si se hace al revés, queda en primer plano la idea de un sistema de transferencias de unas regiones a otras. Eso me parece poco inteligente. Las transferencias no les gustan ni a los ciudadanos en el norte de Europa, que se ven como pagadores de las extravagancias del “Club Mediterráneo”, ni a los del sur, que no quieren ser tutelados.
¿Qué inversiones propone?
Hay muchos proyectos europeos con valor agregado que deberían acometerse ya. Por ejemplo, necesitamos urgentemente inversiones para mejor la comunicación con regiones europeas limítrofes: carreteras, vías férreas, electricidad. De eso se benefician todos. De las transferencias solo se benefician quienes las reciben. Y si se lo hace en forma inteligente, las inversiones en regiones limítrofes, que a menudo tienen una endeble estructura económica, abren también nuevas posibilidades y crean empleo.
La UE tiene una disputa con EE. UU. sobre aranceles aduaneros. El gobierno norteamericano considera incluso abandonar la Organización Mundial del Comercio (OMC). ¿Quién tiene razón?
En cuanto a libre comercio, ni la UE ni EE. UU. están libres de culpa y deberían reconocerlo. La UE tiene los aranceles promedio mayores, pero EE. UU. protegen los mercados de adquisiciones públicas. En este caso, solo ayudan negociaciones sobre un tratado de libre comercio, como el TTIP.
Trump tiene razón cuando critica a la OMC. Sus reglas fueron negociadas entre 1986 y 1994. Poco y nada ofrecen en relación con servicios digitales, protección de datos o calentamiento climático. Tampoco ofrecen casi nada para hacer frente a subvenciones estatales en todo un país, como en China. También en este caso, la única forma de avanzar son negociaciones. La UE debe desarrollar propuestas concretas.
¿Qué supondría para EE. UU. abandonar la OMC?
Un abandono de la OMC poco ayuda a EE. UU. Se libraría de los molestos tribunales arbitrales de la OMC, pero perdería la protección de la propiedad intelectual, que la OMC garantiza, y los principios de nación más favorecida en el comercio de servicios. Eso sería un gran problema para EE. UU.
Donald Trump cree que el déficit estadounidense de balanza de pagos, de aproximadamente un 2,5 por ciento del producto interno bruto, es una prueba de que sus socios comerciales explotan a EE. UU. Eso es incorrecto. EE. UU. se beneficia del privilegio del dólar: puede consumir duraderamente más de lo que produce. Eso es una señal de fortaleza, no de debilidad.
China invierte en empresas europeas, sobre todo alemanas, de alta tecnología e impulsa el proyecto de la “Ruta de la Seda”. ¿Es China el tercero que ríe?
A diferencia de la UE o de EE. UU., China tiene una estrategia a largo plazo, pensada para décadas. Esa es una gran ventaja, si bien no supone que los grandes proyectos chinos vayan a ser realmente un éxito. Es probable que parte de las inversiones chinas en infraestructura en Asia Central o la compra de empresas alemanas a precios inflados deban ser registradas por China como pérdidas.
Pero es correcto que si la UE y los EE. UU. no defienden juntos sus valores comunes, por ejemplo, la libre competencia o la protección de datos, aumenta el peligro de que China imponga a otros países sus estándares y reglas.
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