Unidos por una energía limpia
Sudáfrica aspira a la transición energética. Alemania y otros países lo apoyan con una nueva asociación.
Incluso cien años después de su descubrimiento conjunto, los dos ingenieros alemanes Franz Fischer y Hans Tropsch siguen muy presentes en Sudáfrica. Su método para convertir el carbón sólido en combustible líquido se practica en la planta de Sasol en Secunda a una escala que no se ve en ningún otro lugar del mundo: de la planta de licuefacción de carbón salen cada día más de 25 millones de litros de gasóleo. En casi 70 años de producción, Sasol ha producido más de 300.000 millones de litros de combustible. Sin embargo, el precio del elaborado proceso no se mide sólo en rands: con unas emisiones de CO2 de casi 60 millones de toneladas al año, la planta de Sasol es también uno de los mayores emisores de dióxido de carbono del mundo.
En tiempos de cambio climático, esto no debería continuar, ni tampoco el hecho de que Sudáfrica genere más del 80% de su electricidad calcinando carbón. Contrarrestar los dos pecados originales de la producción de combustible y electricidad es el objetivo de la asociación energética que Alemania ha ultimado con Sudáfrica. Alemania, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Europea han movilizado 8.500 millones de dólares para este fin en el marco de una asociación para una transición energética justa, la Just Energy Transition Partnership (JETP), en la cumbre del clima de Glasgow de noviembre de 2021, a fin de apoyar al país con préstamos y subvenciones. Con especial atención a los grupos sociales vulnerables, como trabajadores de las minas, mujeres y jóvenes, se está promoviendo la eliminación del carbón y la expansión de las energías renovables. Con una media de 2.800 horas de sol al año y los vientos racheados de la costa atlántica, las condiciones para la energía verde en Sudáfrica son muy buenas. El JETP pretende iniciar la transición energética en Sudáfrica.
La atención se centra ahora en los proyectos que pueden servir de ejemplo para el paso del carbón a fuentes de energía renovables. Por ejemplo, el plan de Sasol y el Centro Helmholtz de Berlín de utilizar el proceso Fischer-Tropsch, perfeccionado en Sudáfrica, para convertir el hidrógeno en combustible de aviación (parafina) en lugar de carbón en gasóleo. No se libera carbono en el proceso, sino que se necesita. Por eso, siempre que el hidrógeno se produzca de forma respetuosa con el clima, el proceso no sólo es neutro desde el punto de vista climático, sino incluso positivo. Producir hidrógeno verde tampoco es algo imposible en el soleado y ventoso de Cabo de Buena Esperanza. También en este caso, la Asociación Alemana-Sudafricana para la Energía está proporcionando la transferencia de tecnología e inversiones necesarias
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