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Empoderar a las mujeres de todo el mundo

La Premio Nobel Nadia Murad escribe aquí en exclusiva sobre la importancia de la igualdad para la paz mundial.

Nadia Murad, 07.03.2022
Nadia Murad
Nadia Murad © Elliot O'Donovan via Nadia's Initiative

En su país natal, Irak, la yazidí Nadia Murad sobrevivió a duras penas al terror del “Estado Islámico” y llegó a Alemania gracias a una oferta de ayuda. Desde 2016 es la primera Embajadora de Buena Voluntad para la Dignidad de los Sobrevivientes de la Trata de Personas. Por su compromiso recibió en 2018 el Premio Nobel de la Paz.

 

La campaña del Día Internacional de la Mujer 2022 nos anima a imaginar un mundo con igualdad de hombre y mujeres. Pero yo digo que no necesitamos imaginarlo. Deberíamos empezar a construirlo nosotras mismas, ahora mismo.

Imaginé que mi vida sería muy diferente de la que estoy viviendo ahora. Pero el mundo real de la desigualdad en el que vivimos –marcado por la violencia y la guerra –me ha llevado por un camino diferente. Hoy, sin embargo, alzo con orgullo mi voz por las mujeres que, como yo, han sido despojadas de sus sueños. Utilizo mi voz para que un día, cuando la justicia de género sea realmente una realidad, ninguna mujer o niña deba dejar de lado sus esperanzas y aspiraciones para mantener un status quo de desigualdad.

Cuando tus sueños son destruidos

Desde la infancia, reconocí que el género desempeña un papel central en las experiencias individuales. Vi las dificultades que mi madre soltera sufrió en nuestra tierra natal de Sinjar, Irak, donde fue discriminada no solo por su sexo, sino también por su religión. A pesar de esa discriminación, defendió sin miedo sus propios derechos y los de sus hijos y se negó a conformarse con las expectativas de los hombres. Aprendí mucho de su valor. Ya de pequeña sabía que quería seguir el ejemplo de mi madre. Que no me conformaría con las normas sociales. Que haría mi realidad mis sueños, con sus consejos e inspiración.

Pero esos sueños pronto se hicieron añicos. Yo era una mujer joven cuando el llamado Estado Islámico (EI) atacó mi comunidad yazidí en 2014, un ataque brutal que las Naciones Unidas calificaron de genocidio. Miles de yazidíes fueron masacrados en Sinjar, entre ellos mi madre y seis de mis hermanos. Unas 400.000 personas huyeron a pie hacia la cordillera de Jabal Sinjar y la vecina región kurda. En el pánico de la huida, las familias se separaron. La gente huyó individualmente sin más que lo que podía llevar.

Los esperaban la sed, el hambre y las crueles temperaturas, que se cobraron numerosas vidas. Además de los asesinatos masivos, el EI también capturó a más de 6.500 mujeres y niños yazidíes. La mayoría de ellos, incluyéndome a mí, fueron esclavizados sexualmente. Nos compraron y vendieron como objetos. Finalmente, escapé y me salvé en un campo de refugiados. Luego me concedieron asilo en Alemania, un país al que ahora llamo con orgullo mi país de adopción.

Otros, sin embargo, tuvieron menos suerte. Casi ocho años después, casi 2.800 mujeres y niños siguen cautivos o desaparecidos. Cientos de miles de personas han huido y escapado del EI, sin poder regresar a Sinjar. Seguimos reconstruyendo nuestra comunidad pieza a pieza.

Atacar y despreciar los derechos de las mujeres destruye las comunidades e impide todo desarrollo.
Nadia Murad, Premio Nobel
Nadia Murad (al medio)
En 2014, Nadia Murad (al medio) sobrevivió al genocidio de los yazidíes. © picture alliance/KEYSTONE

La lucha contra la violencia de género

La violencia sexualizada dirigida explícitamente contra las mujeres yazidíes no fue un accidente, ni un efecto colateral del conflicto armado, sino una de las principales armas del EI. Los agresores entienden muy bien el impacto de la violencia de género. Atacar y despreciar los derechos de las mujeres –incluida la violencia sexual– destruye las comunidades e impide todo desarrollo.

Ese patrón es observable en todo el mundo. Cuando las mujeres son marginadas, las comunidades se desestabilizan. El EI sabía que las mujeres y las niñas desempeñan un papel central en la estabilización de las sociedades, y que igualmente importante sería su papel en la reconstrucción y la reorientación de esa misma sociedad. Son otros los que toman con demasiada frecuencia las decisiones para las mujeres, especialmente para las supervivientes de la violencia sexual. Los Gobiernos y las organizaciones les hacen promesas vacías y luego las excluyen de la toma de decisiones.

Por eso, hoy, además de mi trabajo en favor de las supervivientes del genocidio y la violencia sexual, dirijo Nadia’s Initiative, una organización que aspira a crear un mundo en el que las mujeres puedan vivir en paz y en el que se apoye a comunidades traumatizadas que llevan mucho tiempo sufriendo y se les presta ayuda para su reconstrucción. Tenemos dos objetivos principales. En primer lugar, poner a disposición recursos y servicios vitales en mi tierra, porque la región ha sufrido tremendas pérdidas y graves injusticias. En segundo lugar, luchar por cambios políticos en todo el mundo que prevengan la violencia de género en las regiones en conflicto y proporcionen el apoyo necesario a las víctimas de esos abusos.

Nadia Murad y Denis Mukwege
En 2018, Nadia Murad y el ginecólogo y activista de derechos humanos congoleño Denis Mukwege recibieron el Premio Nobel de la Paz. © picture alliance / NTB scanpix

Por ejemplo, con la ayuda de la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ), rehabilitamos 438 hogares agrícolas encabezados por mujeres y les proporcionamos suministros y formación para que puedan practicar una agricultura sostenible. Ese mismo año, creamos el primer programa de incubadora (que ayuda a emprendimientos o negocios nuevos a acelerar su crecimiento y éxito) de start-ups para mujeres en Sinjar, ofreciendo perspectivas a 57 mujeres que sobrevivieron el cautiverio del EI. El proyecto tuvo un éxito tan extraordinario que lanzamos una segunda ronda de financiación para apoyar a 50 mujeres más.

Fortalecer a las mujeres como componente central del cambio

Las mujeres son esenciales para resolver el problema. Las supervivientes son quienes mejor saben qué necesitan –qué necesitan sus comunidades –para recuperar su salud y mejorar.

No podemos separar el apoyo a quienes supervivieron de la recuperación integral de la comunidad yazidí, al igual que no podemos separar la violencia sexual de la injusticia de género generalizada y sistémica. Las mujeres tenemos mucho que aportar, pero solo podemos hacerlo si se respetan nuestros derechos fundamentales.

Sin justicia de género, nuestra capacidad para lograr transformaciones es muy limitada y tampoco podremos impedir que a otras mujeres les ocurra exactamente lo que yo y mi comunidad hemos sufrido. Debemos trabajar activamente para lograr la igualdad, porque sin ella, nuestro intento de acabar con la violencia de género y garantizar que nadie más tenga que huir de su hogar a causa de esa violencia puede estar condenado al fracaso. Y no podemos aceptarlo.

Ya sea fomentando el activismo político, promoviendo a las mujeres en su lugar de trabajo o eligiendo a mujeres para puestos de liderazgo político, Alemania ya es un excelente ejemplo. Pero no debemos descansar hasta que esos derechos se apliquen a todas las mujeres de todos los grupos en todos los países del mundo.

Tenemos que reflexionar acerca de qué podemos hacer todos –como individuos, como organizaciones, como naciones– para ayudar a alcanzar ese objetivo. Necesitamos una aldea global para garantizar que las mujeres tengan los mismos derechos y sean respetadas como responsables de toma de decisiones y líderes. Podemos cambiar el mundo invirtiendo en las mujeres y las niñas, previniendo la violencia contra ellas y ofreciéndoles oportunidades para que difundan sus voces, sus historias y sus ideas.

Podemos cambiar el mundo invirtiendo en las mujeres y las niñas, previniendo la violencia contra ellas y ofreciéndoles oportunidades para que difundan sus voces, sus historias y sus ideas.
Nadia Murad, Premio Nobel

Confío en que Alemania siga predicando con el ejemplo y anime a otros a realizar progresos sustanciales, centrando los esfuerzos tanto en responsabilizar a los violadores de los derechos humanos como en hacer participar a las mujeres en la mejora de nuestras sociedades. Tengo la esperanza de que muchos otros países también apliquen políticas de apoyo a las mujeres y condenen el uso de la violencia sexual en zonas de conflicto, porque sé que las mujeres que toman decisiones y sus aliados masculinos presionarán para ello. Gente que sabe que juntos podemos levantarnos. Porque juntos podemos crear el mundo mejor que queremos. Porque juntos podemos evitar que otras personas tengan que experimentar lo que mi comunidad y yo hemos tenido que vivir y sufrir.

Capacidad de liderazgo femenino

Me consuela saber que, gracias a los innumerables ejemplos de mujeres en todo el mundo, ya no hay duda de que las mujeres pueden ser líderes eficaces e influyentes en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, nuestras capacidades no deben juzgarse como “iguales a las de los hombres”, sino por sus propios méritos y cualidades.

Las mujeres me recuerdan constantemente cuáles son nuestros talentos en todos los ámbitos: nuestra naturaleza cariñosa y compasiva, nuestra empatía hacia los demás y nuestra capacidad de predicar con el ejemplo. Nuestro papel y liderazgo en la construcción de sociedades y naciones resilientes están demostrados desde hace tiempo, pero ahora es necesario que lo reconozcan aquellos que siguen aferrados a una distribución desigual del poder que solo los beneficia a ellos. Ya es hora de admitir que se necesitan muchas más de estas cualidades femeninas en el ámbito de la política internacional y el desarrollo si realmente queremos crear un mundo diverso, justo e inclusivo.

Más información sobre la iniciativa de Nadia: https://www.nadiasinitiative.org/

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