Berlín / París
Europa necesita un fuerte liderazgo Alemania-Francia: ¿asumirán ambos países esa tarea?
En las últimas décadas, París y Berlín han dado en repetidas ocasiones decisivos impulsos para el desarrollo de la integración europea. Pero la UE ha cambiado y con ella, el potencial y la forma de funcionamiento del tándem germano-francés. En un momento histórico en que la UE se encuentra bajo una gran presión interna y externa, el complejo entorno político hace que hoy sea más difícil llevar adelante una cooperación bilateral para fortalecer a Europa, pero esta es hoy muy necesaria, para seguir desarrollando a la UE precisamente en los temas por los que amenaza desintegrarse. La UE se ha visto confrontada desde hace una década con sucesivas crisis. A partir de 2008, las crisis financiera, bancaria y de deuda estatal causaron crecientes tensiones sociales y políticas tanto dentro de algunos países como entre países. Y la “crisis de inmigración” causó a partir de 2015 nuevas fuertes disarmonías Europa occidental y Europa oriental. El debate sobre el futuro de Europa se ha vuelto más polémico y politizado. Pocos meses antes de las elecciones europeas de mayo de 2019 existe una gran preocupación de que los partidos euroescépticos, a través de un aumento de su presencia en el Parlamento y la Comisión, además de sus representaciones gubernamentales en el Consejo y los Consejos de Ministros, frenen los progresos en la cooperación y la integración. Eso sería problemático, ya que es necesario tomar medidas –por ejemplo, en las políticas de migración, seguridad interior y exterior y también en la eurozona– para avanzar en la integración, que en las últimas décadas ha dejado que desear, y para que la UE pueda seguir ofreciendo estabilidad, prosperidad y protección.
Desde la formación del gobierno en Berlín en marzo de 2018, la cooperación germano-francesa ha cobrado impulso, a pesar de que el presidente Macron haya tenido que esperar más de seis meses para recibir una respuesta al discurso sobre política europea que pronunció en la Sorbona en septiembre de 2017. La cumbre germano-francesa del 18 de junio de 2018 en Meseberg fue una etapa importante para alcanzar un compromiso bilateral, por ejemplo sobre la eurozona. Berlín y París quieren ahora concluir la Unión Bancaria y acordar hasta 2021 un presupuesto propio para la eurozona, financiado con aportes nacionales, ingresos fiscales y fondos europeos, sobre la base de planes de varios años. Además, quieren seguir desarrollando el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Las propuestas equilibran claramente intereses de Alemania y Francia: por un lado se refuerzan los instrumentos fiscales y el mecanismo de rescate; por otro, se subrayan las responsabilidades nacionales y los mecanismos de control. Pero detrás del compromiso entre la solidaridad y la responsabilidad propia, la lógica del mercado y la necesidad del accionar político, entre ambos países sigue habiendo diferencias de opinión sobre el funcionamiento de la eurozona.
Dado que la perspectiva francesa, orientada hacia la demanda, difiere significativamente de la perspectiva alemana, orientada hacia la oferta, Macron considera más importante un presupuesto propio para la eurozona, mientras que el Gobierno alemán rechaza los mecanismos de transferencias de fondos entre países. Por eso, es necesario aún una mayor sintonía en relación con los instrumentos necesarios para la zona monetaria común.
La posibilidad de que se llegue a un acuerdo germano-francés ha mejorado últimamente, debido a que Macron quiere reformas profundas y prioriza un aumento del poder innovador, la flexibilidad y la competitividad de la economía francesa. Otros países europeos ven con ojos críticos el compromiso germano-francés, por ejemplo, los ocho países del norte y el este de Europa que en el verano de 2018 se manifestaron en una carta abierta contra, entre otras cosas, un presupuesto propio para la eurozona.
En la política migratoria de la UE, Berlín y París abogan por un fortalecimiento de Frontex, la agencia de protección de las fronteras exteriores de la UE, la creación de una agencia europea de coordinación de la política de asilo y una ampliación de la cooperación con los países de origen y de tránsito de los migrantes. Simultáneamente, aspiran a implementar un sistema justo de distribución de refugiados, algo que en Europa central y oriental es visto con escepticismo.
Berlín y París también quieren fortalecer la política exterior y de seguridad, por ejemplo, creando un Consejo Europeo de Seguridad y permitiendo la toma de decisiones por mayoría en la PESC. Además, quieren impulsar la coordinación europea en cuestiones relacionadas con la ONU, para lo cual es ahora un buen momento, ya que Alemania ocupará en 2019/20 un escaño no permanente en el Consejo de Seguridad.
Prioridad dan también al desarrollo de la política de defensa, pero diferencias de opinión frenan actualmente los progresos, por ejemplo, en la creación de capacidades militares. A pesar del apoyo mutuo en Malí, el norte de África y Siria, las culturas estratégicas de ambos Estados se diferencian. Claro queda ello en la diferente importancia que dan uno y otro a las operaciones militares y las misiones civiles.
Progresos se registran en el área de la cooperación en materia de armamento cuando ambos Estados así lo quieren. Actualmente deben ser superados algunos obstáculos, por ejemplo, en relación con la disposición a cooperar bilateralmente a largo plazo en sectores claves, la aproximación en términos de política industrial y las diversas posiciones en relación con el control de exportaciones de armamento. Ambos Estados se diferencian, además, en la cuestión de qué en qué forma y con qué grupos se puede trabajar mejor. Francia prioriza una cooperación pragmática en grupo pequeños y flexibles y, sobre todo, de reacción rápida, con el objetivo de realizar exitosas operaciones. Alemania, por su parte, prioriza un enfoque inclusivo y un marco europeo, a efectos de impedir divisiones.
También en relación con la profundización de la eurozona, Francia está más dispuesta que Alemania a seguir avanzando sola con ese grupo de 19 países. Alemania, por el contrario, está más interesada en evitar una división del mercado interno en países miembros y no miembros de la eurozona.
En vista de los desafíos internos y externos, lo mejor para seguir desarrollando la UE es un fuerte tándem Berlín-París. El Consejo Europeo de diciembre de 2018 es el momento adecuado para sentar una señal antes de las elecciones para el Parlamento Europeo, en el sentido de que la UE toma en serio las preocupaciones de la población y las críticas a la UE sin caer en una retórica populista.
Un catálogo de compromisos germano-francés que se planea presentar en la cumbre es una buena señal. No será fácil, sin embargo, conquistar las simpatías también de otros Gobiernos de la UE y la población y convencer a los críticos en los propios países. Berlín da más importancia que París a la tarea de incluir justamente a los Gobiernos euroescépticos de la UE, como algunos de Europa central y oriental. Ambos Gobiernos deberán asumir esa tarea.
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