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Con el pulso del tiempo

Glashütte (Sajonia) es un ejemplo de éxito gracias a su arte de relojería. Una visita a Erzgebirge, donde la artesanía más fina y la alta tecnología van de la mano.

13.08.2012
© Glashütte Original
© Glashütte Original © Glashütte Original

QUIEN DESEE SENTIR de cerca la fascinación del tiempo, tiene que dirigirse hacia un lugar apartado. En la zona montañosa de Erzgebirge, al sur de Dresde y cerca de la frontera con Chequia, se halla Glashütte. La sinuosa carretera nacional 178 conduce 15 kilómetros a lo largo del angosto valle del río Müglitz, hasta llegar al destino. “Aquí vive el tiempo” dice un cartel a modo de saludo a la entrada del lugar: Bienvenido a Glashütte, comarca de Erzgebirge Este – la Suiza sajona. La pequeña ciudad de 7000 habitantes, contando todos las pedanías, tiene dos grandes calles con fachadas acicaladas, una estación, un supermercado, una caja de ahorros y, alrededor, elevaciones boscosas, que se llaman Ochsenkopf o Schützenhöhe. Sin embargo, lo provincial y lo cosmopolita conviven en este lugar. Glashütte es un término internacional que designa un tipo especial de artesanía aplicado en la producción de los relojes de pulsera mecánicos de mayor precisión. La tranquilidad es la ventaja que tiene como centro de producción.

Stuttgart y sus alrededores se caracterizan por el elevado número de empresas relacionadas con la industria automovilística, que impulsa la economía regional. En Fráncfort del Meno, los grandes bancos reúnen el saber del sector financiero y proporcionan un número significativo de puestos de trabajo. Glashütte, por su parte, constituye un ejemplo de éxito en la antigua Alemania del Este gracias a sus extraordinarios medidores del tiempo. La industria relojera ha acumulado aquí a lo largo de más de 165 años unos conocimientos especializados extraordinarios, los cuales se concentran en unos pocos kilómetros cuadrados para crear un cluster económico que proporciona ventajas competitivas y potencial de crecimiento a las empresas y asegura, de este modo, importantes puestos de trabajo para la región. En Glashütte trabajan en torno a 1000 empleados para una docena de fabricantes de relojes. Las empresas conviven de manera amistosa, si bien no hay una cooperación directa. Cada marca de relojes tiene su propia filosofía y ha encontrado su hueco en el mercado y, de este modo, han contribuido al renacimiento de la industria relojera veinte años después de la reunificación alemana. En el mundo de la relojería, Glashütte es hoy sinónimo de la más alta precisión, de calidad de primera y de un diseño fuera de la común. Se caracteriza por cubrir todos los niveles de producción, desde el más diminuto tornillo a complejos mecanismos de relojería. Sólo aquellos relojes que hayan sido creados en más de un 50 por ciento directamente en el lugar puede ostentar su nombre.

Glashütte constituye un microcosmos de relojes y tiempo: el escudo de la ciudad con la esfera de un reloj, el café Uhrwerk (mecanismo de relojería) en la calle principal, un recorrido por los 35 lugares más importantes en la historia pasada y actual de la relojería y el representativo Museo Alemán de los Relojes. Desde 2008 se puede visitar una exposición con unos 400 objetos relacionados con el arte de la relojería sajón. El iniciador del proyecto fue Nicolas G. Hayek, antiguo jefe de la multinacional de relojes suiza Swatch Uhren-Multis, que es una de las que ostenta la marca “Glashütte Original”. El hecho de que sea precisamente un suizo, quien impulse en Glashütte la creación de este museo es una muestra de reconocimiento de cara a la industria de la relojería de la Suiza sajona y de su fundador Ferdinand Adolph Lange. En la plaza del mercado hay una estatua dedicada a él, rodeada de jardineras con flores y bancos para sentarse, que muestra el busto del hombre que hizo tictaquear a uno de los primeros relojes de Glashütte. El maestro relojero de Dresde sentó las bases de la relojería de precisión en Glashütte en 1845 con su empresa de manufactura Lange & Cie.

Muchos de sus ideales permanecen vivos en el siglo XXI en la calle Altenbergerstraße y en la plaza Ferdinand-Adolph-Lange-Platz. Aqui tienen su sede las tres empresas que dan prestigio al lugar: Lange Uhren GmbH con su marca A. Lange & Söhne, Glashütte Original y Nomos Glashütte. Son las únicas manufacturas. Esta tarjeta de visita sólo la pueden presentar quienes desarrollan y fabrican ellos mismos los mecanismos de relojería, el complicado núcleo de los relojes. Y para esto se requiere sobre todo tiempo. Desde el primer boceto de un reloj hasta que está listo para su comercialización pueden pasar años. A. Lange & Söhne fabrica actualmente 28 modelos distintos de mecanismos. Para completar el mecanismo de un reloj es necesario unir por etapas entre 200 y 600 diminutas piezas. Para ello se requiere mucho trabajo manual, pero también la ayuda de la alta tecnología. “Ésta es la base del trabajo de precisión”, afirma Christian Engelbrecht de A. Lange & Söhne, mientras abre la puerta que conduce a la producción de piezas. Huele a aceite y hay extendidos planos de construcción. Las grandes máquinas troquelan finos contornos y peforan orificios miniaturos en el placas redondas de metal, que constituyen la base de todo mecanismo de relojería: las pletinas. En la sala de control contigua se comprobará después cada contorno y orificio con tecnología de medición. La exactitud es la máxima directiva, sólo se toleran desvíos de una fracción del grosor de un cabello humano.

Quien se adentra en la manufactura hasta el área de acabado de precisión se encuentra con pletinas de tres cuartos, tornillos azulados, ruedas de áncora y volantes. Aquí se liman, pulen, adornan y premontan las piezas de los mecanismos. En el área de decoración de A. Lange & Söhne se escucha un sonido semejante al del instrumento de pulir que utilizan los dentistas emitido por la máquina con que una empleada pule un juego de puentes. Para el grabado de las piezas se requiere un buen pulso. El grabador realiza con un buril una filigrana de flores, como una firma personal, en el puente del volante, una pieza de la carcasa del mecanismo que es más pequeña que la uña de un dedo. Esta firma convirte cada reloj de la marca en una pieza única.

El momento en el que el reloj cobra vida llega con el montaje del mecanismo. Es la hora de la verdad para el relojero y su arte de relojería. En Nomos Glashütte, el trabajo en el corazón del medidor de tiempo se realiza con amplias miras. Y es que el departamento de cronología se halla por encima de los tejados de las casas del lugar, en lo alto de la pendiente Am Erbenhang. Unos 40 relojeros, la mitad de la plantilla, montan los calibres de los relojes en pequeñas líneas de producción y comprueban la exactitud de su funcionamiento. A través de unas puertas de madera clara con indicativos “Montaje de mecanismos de cuerda y pletinas“, “Reglaje de precisión” y “Complicación”, la construcción de los mecanismos más complicados, se accede a los maestros del tiempo. Su reino recuerda al mismo tiempo a un laboratorio y un taller. Los maestros están sentados con sus batas blancas bordadas con la insignia de un reloj delante de las mesas de relojero, con la barbilla casi pegada a la superficie y los brazos apoyados sobre la misma para poder aplicar las herramientas con precisión. La relojera, con la lupa ante el ojo y una pinza para espirales en la mano, coloca con mimo la rueda catalina sobre el mecanismo a montar y aprieta con cuidado el pequeño tornillo. Quienes trabajan aquí requieren mucha paciencia y un gran esmero, una vista sagaz y un pulso imperturbable. Nomos y A. Lange & Söhne mantienen un camino de éxito aplicando estas virtudes –cada una a su manera– y han conseguido con ellas todo un pequeño milagro económico en el Este.

Tras la revolución y la reunificación en 1989/1990, esta evolución era impensable. La industria relojera estaba por los suelos después de la disolución de la empresa estatal VEB Glashütter Uhrenbetriebe. Al resurgimiento contribuyó el espíritu emprendedor de hombres como Walter Lange. El bisnieto de Ferdinand A. Lange fundó en 1990 la empresa Lange Uhren GmbH, con 470 empleados en aquel entonces, y registró la marca A. Lange & Söhne. Su mayor aspiración: Lange debía volver a producir los mejores relojes del mundo. Cada año se produce tan sólo unos pocos miles de unidades de esta marca, que ahora pertenece al grupo suizo de objetos de lujo Richemont. “Somos la única marca de relojes alemana que se mueve en el segmento más elevado y somos un símbolo de máxima calidad en más de 50 países”, comenta el gerente Wilhelm Schmid, que quiere extender aún más el prestigio de la marca, que en el extranjero cuenta con tiendas propias en Shangai, Tokio y Seúl. La perfección y la exclusividad a la que aspira A. Lange & Söhne tienen su precio. Hay mecanismos increíblemente refinados de oro o platino que llegan a la frontera de lo mecánicamente posible y por los que amantes de relojes adinerados pagas sumas de euros de seis cifras.

En el antiguo edificio de la estación reformado también se hace patente la ambición de producir relojes únicos. Sin embargo, los relojes de Nomos Glashütte funcionan de otra forman. La manufacturera ha encontrado su propia manera de posicionarse en el mercado. Roland Schwertner, economista y fotógrafo de Düsseldorf, creó en los años 1990 la empresa, que sigue siendo independiente, con mucho idealismo, y ahora actúa como estratega en segundo plano. La idea de este pionero de la relojería de unir el arte tradicional relojero con un diseño moderno ha convertido a los relojes Nomos en un éxito de ventas. Se caracterizan por una esfera clara, manecillas finas y lunetas delgadas. Hay modelos, como el Tangente, inspirado en el diseño Bauhaus, que representan la línea clara y atemporal de la marca y constituyen un clásico entre los relojes de pulsera. Además, no cuestan todo un dineral, sino que los precios suelen rondar los 1000 euros. Uwe Ahrendt, nacido en Glashütter y gerente único de Nomos desde 2010, considera que la diversidad de empresas de Glashütter, que aplican enfoques diferentes cada una, es un fuerte del lugar. En cuanto al futuro de su empresa, Ahrendt destaca la fidelidad a sus principios. “La calidad prima frente a la cantidad. No queremos crecer a cualquier precio”, afirma mientras tomamos café en el jardín de la “Cronometría”. Su objetivo es ampliar a toda Europa el éxito que tienen en Alemania, donde Nomos vende un 80 por ciento de sus relojes.

Desde otoño de 2010, Nomos ha empezado a presentarse en Suiza con un escaparate distinguido: una tienda insignia en el centro de Zúrich. No es mal lugar para seguir dando a conocer al mundo el nombre de Glashütte. En cualquier caso, no parece que el tiempo vaya a detenerse en Nomos y A. Lange & Söhne.