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Simplemente rico

Constanze Kleis sobre el rey de la cultura alemana de la comida al paso: el currywurst.

18.03.2015
© dpa/Thomas Frey - Currywurst

Ni bueno ni apetitoso parece a primera vista eso que cortado 
en rodajas se moja en una salsa de color rojo oscuro y se apoya en un humedecido plato de cartón. Pero las apariencias engañan. Porque eso que no debe faltar en ninguna fiesta popular, 
bar de carretera, comedor, piscina pública, estadio de fútbol ni cantina, es el plato de comida rápida preferido en Alemania, 
una institución y casi una cuestión emocional: el “currywurst”. La salchicha al curry no contiene en absoluto vitaminas, es rápida de preparar y fácil de comprar.

Fue creada en Berlín, como metáfora del arraigo y del pragmatismo. Una alemana de Prusia oriental de entonces 36 años, Herta Heuwer, nacida en la antigua Königsberg un 4 de septiembre de 1949, creó en su puesto callejero de venta, situado en la esquina de Kant y Kaiser-Friedrich-Strasse, en un arranque de “aburrimiento”, la famosa mezcla de pasta de tomate, agua y condimentos y la vertió sobre una salchicha. Desde entonces, el currywurst está 
allí donde el pueblo lo desea y el pueblo está allí donde le ofrecen currywurst. Es considerado el plato favorito del hombre común de la calle, quien no teme el catastrófico balance nutricional ni el desagradable ambiente para su consumo, con tal de poder estar entre sus pares. Es que en un puesto de comida al paso se puede ver mejor la realidad que frente a un 
fino plato de vieiras con espinacas o salmón con salsa de eneldo. Ya por el solo hecho que frente a las mesas altas de estos puestos callejeros uno no está obligado a dialogar durante horas como sentado a la mesa de un restaurante. En resumen, el currywurst es la democracia hecha carne, es una medida de fomento de la confianza mutua. También triunfa en el extranjero, como en 
los puestos de venta de salchichas en las grandes avenidas de Manhattan o Londres, donde dos alemanes con una teutona marca llamada “Herman ze German” tienen tanto éxito con sus salchichas fritas o asadas que ya han abierto 3 sucursales.

Al menos en la salchicha podemos confiar – o como se formuló en un simposio: “In Wurst we trust.” Allí donde el político 
quiere demostrar su proximidad al ciudadano, no puede faltar 
el currywurst. Es legendaria la actitud del ex canciller Gerhard Schröder, quien fue noticia durante varias semanas por no 
permitir que su esposa, fanática de la comida dietética, le disuadiera de comer en puestos de comida al paso y contribuyera 
aún más a la afirmación de que “Currywurst es SPD“. Y aunque 
el kebab, la pizza y el faláfel ya han conquistado un lugar importante en el universo alemán de la comida rápida, ninguno de ellos logra ni acercarse al simbolismo del currywurst, que ha 
escalado hasta alcanzar círculos culturales más altos. El escritor Uwe Timm dedicó con su libro “La invención de la salchicha al curry” toda una novela al tema y el exitoso cantautor Herbert Grönemeyer exaltó en una canción su efecto terapéutico como alimento contra la frustración: “¿Te sientes deprimido y hambriento? Cómete un currywurst”. Incluso ya existe un museo sobre el tema en Berlín (www.currywurstmuseum.com).

Casi se podría temer que de tanta fama esta salchicha pudiera perder su simple origen. Ya ha habido varios intentos de introducir finas versiones del currywurst, como con hebras de azafrán, variantes orgánicas, con salsas gourmet e incluso pan de oro para convertirlo en el “Eliza Doolittle” de los snacks. Pero el éxito ha sido mínimo. Lo bueno de la salchicha es su normalidad, ajena a cualquier superflua ornamentación. Lo único que puede realmente afectar a la salchicha es la pérdida de sus céntricos lugares de venta en los caros centros urbanos. Y esta pérdida no se puede compensar con el currywurst para microondas de los supermercados. Solo se puede disfrutar de una salchicha en un puesto callejero junto a aquellos que comparten esta pasión. Con aquellas personas que saben apreciar cómo recuperar el equilibrio en esta caótica y agitada vida cotidiana, con un currywurst. ▪

CONSTANZE KLEIS vive y trabaja como 
exitosa escritora y columnista en Fráncfort.