La vida cotidiana de los musulmanes en Alemania
Los musulmanes son el segundo grupo religioso más numeroso en Alemania. Feyza Bayraktar y Erdin Kadunić nos cuentan cómo practican su fe.
Gracias a los vegetarianos y veganos, dice Feyza Bayraktar con una sonrisa, ahora puede ir a comprar con tranquilidad. “Si está etiquetado como vegano, entonces sé que realmente no contiene nada de origen animal”. Si tampoco contiene alcohol, lo más probable es que el producto sea “halal”, es decir, permitido según las normas alimentarias musulmanas. Feyza es musulmana practicante. Tiene raíces turcas, nació en Mannheim y vive cerca de Colonia. Mientras compra en la carnicería turca Tuna, en el moderno barrio Ehrenfeld de Colonia, habla de su vida cotidiana como musulmana en Alemania.
La compra
Para Feyza, hacer la compra es una rutina. “Básicamente, hacemos la compra en un supermercado normal. Solo compramos la carne a un carnicero que sabemos que la ha preparado halal”. Según las estimaciones, en Alemania hay más de 10 000 supermercados turcos y árabes que venden productos halal. Pero incluso las cadenas de supermercados tradicionales alemanas se están adaptando a la demanda de alimentos que cumplen las prescripciones del islam y diversificando su gama de productos: desde salchichas sucuk y empanadas börek hasta sus propios departamentos con galletas de dátiles y frutos secos durante el Ramadán. Los padres de Feyza solían ir a la carnicería Tuna, que también tiene restaurante, y por eso a ella le encanta venir aquí. Feyza pide carne y salchichas; las conversaciones en el mostrador cambian entre turco, alemán y una mezcla de ambos.
Erdin Kadunić también tiene que lidiar con varios idiomas: alemán, serbio, croata y bosnio, para ser más exactos. Este politólogo creció en Berlín y vivió nueve años en Bosnia-Herzegovina. Ahora trabaja como intérprete y traductor de lenguas balcánicas en Düsseldorf. Fue presidente de la junta directiva de la comunidad de la mezquita bosnia de Düsseldorf, una de las cerca de 80 mezquitas bosnias de Alemania, y practica su fe musulmana. Este hombre de 49 años recuerda que no siempre fue tan fácil para los musulmanes hacer la compra o comer fuera como lo es ahora. “Hoy, halal ya no es una palabra extranjera. Eso es una gran ventaja”. Como Feyza, Erdin suele comprar la carne en supermercados turcos, pero también hay carnicerías alemanas que ofrecen productos halal. La mayor parte de la compra la realiza en el supermercado más cercano. Quien quiera ir sobre seguro, puede consultar la aplicación halalcheck. Un equipo de Bonn enumera qué productos e ingredientes, como emulgentes y aromatizantes, se consideran halal.
Mezquitas y salas de oración
También existe una aplicación para rezar que recuerda los horarios de las cinco oraciones diarias. Conciliar la fe y el trabajo requiere a veces un poco de organización. “Si consigo rezar en casa, rezo en casa y luego voy a trabajar. Pero los días que no puedo hacerlo, busco un rincón en la oficina”. Feyza puede compaginar fácilmente trabajo y oración. Su jefe también es musulmán y, por tanto, está al corriente. “En mi anterior trabajo tampoco tuve problemas. Trabajaba en una organización católica y me dejaban utilizar una sala para rezar durante la pausa del almuerzo. Personalmente, nunca tuve ningún problema”. Las oraciones diarias tampoco son un problema para Erdin; tiene su propio despacho y puede organizar su tiempo libremente. Sin embargo, las oraciones diarias no son tan fáciles para todos, subrayan Feyza y Erdin. Algunos siguen sin contar con la comprensión de sus compañeros de trabajo o de sus jefes. “Muchos musulmanes realizan las oraciones más tarde en casa porque en el trabajo no les has sido posible o porque no han querido pedir permiso”, cuenta Erdin.
En Alemania viven unos 5,5 millones de musulmanes. Esto representa el 6,6 % de la población total. Después de los feligreses de las iglesias cristianas, los musulmanes son el segundo grupo religioso más numeroso de Alemania. Según las encuestas realizadas por la Conferencia Islámica Alemana, el 70 % de los musulmanes observan las reglas islámicas, como las normas sobre beber y comer, y alrededor del 40 % realiza las oraciones diarias. Se calcula que hay unas 2700 mezquitas en Alemania. También hay numerosas salas de oración en aeropuertos, estaciones de tren y edificios de oficinas. “Pero aunque no haya una sala de oración cerca, enseguida encontramos soluciones”, dice Feyza riendo. Un lugar pequeño y tranquilo suele ser suficiente. Otro pilar de la fe musulmana es la peregrinación a La Meca. Ahora también hay agencias de viajes en Alemania que ofrecen viajes organizados para ello. “Hay muchos proveedores que reservan hoteles y servicios de restauración, desde habitaciones muy básicas hasta hoteles de lujo con buena comida y vistas a la Kaaba”, dice Erdin.
“La mayor parte del tiempo, los musulmanes pueden vivir bien en Alemania. Tenemos nuestras salas de oración; hacer la compra no es ningún problema. El único problema es cuando alguien no respeta la fe de otra persona”, dice Feyza. Y eso ocurre. Erdin también lo ve así: “No todos los compañeros y compañeras de trabajo son siempre comprensivos, con los horarios de oración, por ejemplo”. Por otro lado, también hay signos de una mayor apertura. El centro de Fráncfort se iluminó festivamente para el Ramadán por primera vez este año, con medias lunas y letreros deseando un feliz Ramadán. “Dentro de unos años, ya nadie hablará de ello, será completamente normal”, dice Erdin. “Eso me gusta”, dice Feyza. Por desgracia, el racismo es tan común en la sociedad alemana como en otros países. Sin embargo, Feyza afirma que las voces que se alzan contra él son cada vez más fuertes.
Romper el ayuno
Feyza trabaja en la industria textil. Después del trabajo, hace voluntariado con las personas sin hogar. Varias veces a la semana, conduce el Kältebus, el autobús del frío, por el centro de la ciudad y distribuye alimentos, ropa, artículos de higiene o simplemente da consejos. Cuando llega al punto de distribución de la estación de trenes de Colonia, la gente ya la está esperando y la abraza para saludarla. Es Ramadán y Feyza está ayunando. Nadie diría que no ha comido ni bebido nada en todo el día. Llena de energía y simpatía, salta de conversación en conversación. Entonces llega la notificación de una aplicación. Son las siete de la tarde. Hora de romper el ayuno. Feyza abre un batido, que es suficiente por ahora. Comerá bien más tarde, cuando hayan comido los que la esperan. Prefiere la comida vegetariana.