Cuenta atrás de las posibilidades
Todo empezó de forma muy sencilla hace unos 200 años: los niños dibujaban líneas con tiza en la pared o encendían velas para contar los días que faltaban para Navidad. La idea del calendario de Adviento nació en Alemania a principios del siglo XX: 24 puertecitas adornadas con coloridos motivos cristianos que más adelante comenzaron a rellenarse de chocolate, generalmente de una calidad mediocre.
En la actualidad, el calendario de Adviento no tiene nada que ver con sus humildes raíces. Ahora se puede rellenar con 24 tipos de salchichas ahumadas, miel o pasta; al abrir las puertecitas, puedes encontrar consejos para el crecimiento personal, papel para hacer origami o, incluso, rejuvenecer con los productos cosméticos que esconden. El calendario de Adviento de infusiones, por ejemplo, goza de una enorme popularidad en Alemania. Tras sus puertas se esconden mezclas de infusiones relajantes para alegrar las tardes de invierno con una taza humeante, respondiendo al lema “relajación profunda durante el maratón de compras de regalos navideños”. También hay calendarios de Adviento que contienen herramientas, presumiblemente como sutil recordatorio de que hay que reformar la casa antes de que llegue la Navidad.
En la era digital, es casi conmovedor que esta experiencia puramente analógica y tangible siga gozando de tanta popularidad. Pero la imaginación no tiene límites. Quizá pronto haya calendarios de Adviento que ofrezcan cada día nuevos cuentos de Navidad generados por inteligencia artificial, personalizados según el estado de ánimo del día y leídos en voz alta por una voz virtual. También es concebible una tendencia retro: volver a los trazos de tiza sobre madera natural; un calendario sostenible, auténtico y eficaz. O quizás los ingeniosos profesionales del marketing lancen el calendario definitivo: el “calendario de Adviento de calendarios de Adviento”. 24 calendarios de Adviento detrás de 24 puertecitas para que la maravillosa temporada navideña no acabe nunca.