La cultura del futbolín en Alemania: entre el bar y la oficina

Todo el mundo sabe: el fútbol forma parte de Alemania tanto como las salchichas y el sistema de depósito de botellas. Lo que muchos no saben: esto también se aplica al futbolín, conocido coloquialmente como “kickern”. Recientemente, la múltiple campeona del mundo Linh Tran volvió a arrasar con sus rivales en el Campeonato de Alemania. Además, la Federación Alemana de Futbolín es la más grande del mundo. No es sorprendente, porque en Alemania casi cualquier bar tiene una mesa de futbolín. La regla más importante es: quien pierde, paga la siguiente ronda. 

Pero el auténtico campo de batalla no está en el bar, sino en la oficina. En muchas empresas alemanas, una mesa de futbolín con estilo se ha convertido en un símbolo de modernidad y trabajo en equipo. ¿El sonido del futbolín como símbolo de la cultura empresarial? No exactamente. En la práctica, o los entusiastas del futbolín desesperan a sus compañeros con sus gritos, o la mesa queda abandonada en un rincón porque nadie quiere que el jefe lo vea “sin hacer nada”. 

Otro desafío para el espíritu de equipo: los acalorados debates sobre si girar las manillas como un molino está permitido. Mientras algunos defienden el giro sin control como una expresión de libertad creativa, para otros es un sacrilegio deportivo que merece el destierro eterno del bar o la oficina. 

Y luego están esos tipos que en un campo de fútbol apenas tocan el balón, pero en el futbolín se convierten en auténticos Messi, destrozando a los más fanfarrones con un cañonazo imparable.

Ya sea en el bar o en la oficina: el futbolín es un pasatiempo muy democrático, donde cualquiera puede unirse a la partida. Lo esencial es disfrutar del juego... y la eterna discusión sobre si se pueden girar las manillas.